miércoles, 17 de marzo de 2010

Una vida en la vega.

Ignacio Cortés, mi abuelo, me contó una vez que en su niñez, su familia no poseía una gran cantidad de dinero pero sí bienes materiales y de ganado. Sus padres tenían una gran cantidad de majales en la vega de Churriana, en los cuales podían cultivar para autoconsumo y en algunas épocas de vacas gordas, alquilaban un trozo de parcela para obtener una cantidad fija de capital. Así compraban los pocos instrumentos rudimentarios que existían por esos momentos para trabajar más eficazmente en la vega.
En la casa eran cuatro hermanos que convivían junto a una gran cantidad de animales, de los cuales se alimentaban. En la época de la matanza, se sacrificaba un cerdo. De esta matanza se alimentaba toda su familia y parte de los vecinos. En Churriana de la vega, había una familia conocida como los Sajones, quienes acudían a las casa para sacrificar a los cerdos, obteniendo una compensación económica y por supuesto un par de morcillas.
Durante estos momentos de hambre y escasez de trabajo, la familia de mi abuelo fue una de las pocas privilegiadas del pueblo. Mi abuelo se casó con Conchita Avilés, mi abuela, cuya familia poseía una gran cantidad de bienes terrenales. Por lo que se puede decir que una vez juntos, formaron una gran familia de 6 hijos, a los que no les faltó de nada. Es más, mis abuelos pudieron ofrecer a todos sus hijos un buen porvenir. Uno de sus hijos consiguió un futuro artístico en torno a la música. Llegando a ser, en la actualidad, uno de los violinistas más prestigiados de Cataluña. La enseñanza de esta historia puede ser que una vida de dedicación y trabajo duro en el campo, puede llegar a proporcionarte un futuro y un bienestar a tu familia y generaciones.

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