Juan el manzanillero, natural de Trevélez, residía en la ciudad de Granada junto a su esposa María y sus hijos. Le apodaban así porque se dedicaba a recoger manzanilla silvestre para venderla en el puesto que tenía junto a la catedral de Granada; además de venderla allí a la gente corriente, tenía muchos encargos de médicos y boticarios.
Poco antes de que comenzara la Guerra Civil, Juan se marchó a recoger manzanilla para reponer sus existencias a la Sierra de Trevélez, llevándose consigo a su hijo mayor y dejando en Granada a su mujer con sus otros tres hijos.
Cuando estalló la guerra, la ciudad de Granada quedó bajo el control del bando nacional mientras que la zona de Trevélez y sus alrededores permaneció bajo dominio republicano (zona roja).
Transcurridos unos meses María, la esposa de Juan, no habiendo recibido noticias de suyas, decidió ir a buscarlo. Dejó a dos de sus hijos con una de sus vecinas y se llevó a su hija, la pequeña Laura, que no quería separarse de su madre y era muy inquieta y María no quería dejar más carga a su vecina. Con unas pocas provisiones, un burro, y con la compañía de tres hombres que querían huir hacia la zona republicana, madre e hija emprendieron el camino hacia Trevélez.
Llegando al pueblo de Pitres un grupo de guardias civiles, bajo el mando del comandante Estévez, les dieron el alto y los arrestaron. Los encerraron en unas casas de Pitres habilitadas como cárcel provisional.
Pasados varios días, interrogaron a María acusándola de traición por intentar pasar a la zona republicana. A pesar de que la mujer decía estar buscando a su marido hicieron caso omiso de sus ruegos y súplicas y la condenaron a muerte. Uno de los guardias civiles insistía en fusilar al grupo enteró, pero otro de sus compañeros defendía la inocencia de María y por supuesto de su pequeña hija. Sin embargo, al final se decidió fusilar a todos, a excepción de la pequeña Laura que fue salvada por Antonio, el guardia civil que defendía la inocencia de su madre.
Tras los fusilamientos Antonio llevó a consigo a Laura a Granada y la mantuvo a su lado hasta que su padre, Juan, pudo volver y reencontrarse con su familia tras la dolorosa pérdida de su mujer, y madre de sus hijos.
Muchos años después Laura se encontró con aquel guardia civil que insistió en ejecutar a su madre, cuando se dio cuenta de quién era Laura, el hombre enmudeció el semblante y se marchó quizá después de tantos años arrepentido de aquella acción que contribuyó a engrosar la lista de barbaridades cometidas durante la guerra, tanto por uno como por otro bando.